El autor guerrillero Gabriel Angel, en la foto con Manuel Marulanda. |
Por
eso estamos como estamos
Por Gabriel Ángel
De manera que los
defensores de la democracia colombiana van anunciando a los cuatro vientos que
las incontrolables fuerzas oscuras que se han encargado siempre de asesinar, desterrar
y aterrorizar compatriotas gozan del legítimo derecho a hacer lo mismo cada vez
que les provoque.
Así que tiene completa
audiencia, respaldo y justificación la depravada argumentación en boga según la
cual en nuestro país, cualquier movimiento político de corte antineoliberal que
no declare en forma expresa su condena a la lucha armada, está condenado al
exterminio.
¿Cómo entender que desde
el Presidente de la
República, todos los voceros de la institucionalidad
colombiana, en conjunto con los más importantes comentaristas de la gran prensa
hablada y escrita, coincidan en que en nuestro país el crimen genocida es una
realidad inminente?
¿Dónde quedan los
derechos constitucionales a la vida, a la libertad de conciencia, expresión,
reunión y organización, si el conjunto en bloque del aparato burocrático,
militar y de propaganda pueden advertir en la más absoluta impunidad que aquí
va a cumplirse otra hecatombe?
EN ARAS DEL DESARME GENERAL, la llamada sociedad civil arma la alharaca de
que quien porta un arma de fuego es un potencial asesino. Pero si los dueños de
las armas oficiales corean de antemano la ejecución de otra matanza, toda esa
ralea calla moviendo afirmativamente la cabeza.
La hipocresía de los
gremios, los medios, los funcionarios públicos, la clase política, la cúpula
militar y policial queda expuesta de manera clara e incontrovertible cuando
predican sin el menor sonrojo, abiertamente, que la muerte es la lógica
consecuencia de no pensar igual que ellos.
Si una parte de la población
explotada, amedrentada y obligada a callar lo que piensa, se levanta dignamente
a expresar de manera pacífica y lícita su desacuerdo con la visión del país y
la sociedad que proclaman las alturas, recibe de inmediato la amenaza y el
emplazamiento.
Hasta el empleo de
bellas e inocentes palabras como patriótica, ponen en alerta a determinadores y
sicarios. Aquí fue aniquilado salvajemente un movimiento político que la usó.
Intelectuales y bárbaros al servicio del único orden permitido anuncian ya lo
que le espera al nuevo.
¿Desde cuándo se
estableció el principio de que si el opositor político no afirma lo que el
poder espera, tiene que atenerse a las más terribles consecuencias? Nunca como
ahora había quedado de tal modo en evidencia la verdadera naturaleza de la
democracia colombiana.
Los voceros del régimen
creen gozar de patente decorso para decapitar y destripar compatriotas.
Conciben la paz como la más humillante sumisión a sus dogmas. Persiguen sin
piedad a quienes riñen con su unidad de pensamiento. Por eso estamos como
estamos.
Montañas de Colombia, 5 de mayo de 2012