FARC-EP cumplen hoy 48 años y siguen vivitos y coleando
Redacción ANNCOL
“Las FARC-EP no iniciamos esta guerra, nos fue declarada por la oligarquía que gobierna a Colombia”,
dice la insurgencia Colombia en un comunicado enviado a nuestra redacción sobre
su 48 aniversario para la Nueva Colombia.
Y agrega:
“Cada vez que el eco de
nuestra propuesta de una salida política ha tomado suficiente fuerza para
imponer unos diálogos encaminados a la paz, el poder se ha negado a considerar
la remoción de las causas que dan lugar al conflicto, cerrando de un portazo
violento las posibilidades de reconciliación. El país no olvida que tras cada
proceso frustrado ha sobrevenido la promesa de aniquilarnos y la agudización de
la guerra a extremos inéditos. Las FARC persistimos porque un inmenso clamor
popular de justicia alimenta y acompaña nuestro sacrificio”.
EL MISMO DÍA EN QUE sale el comunicado sobre los 48 años de lucha política-militar,
es entrevistado
el general Sergio Mantilla, jefe del ejército, por Jineth Bedoya, vice jefa
de la redacción de El Tiempo que cubre el orden público y con canales directos
a las FF.MM. y la inteligencia militar. Preocupada por los resultados negativos
de las FF.MM., la periodista le comenta al general que “se oyen voces
sobre la desmoralización de las tropas. . . y si ¿están con la moral”?
Y el general
responde como pueda ante el resultado de los combates con la guerrilla últimamente:
“El Ejército
tiene moral, pero hay inquietudes y preocupaciones con las reglas que rigen el
combate en Colombia, y estamos encontrando la respuesta en el Gobierno Nacional.
(. . . ) Este año hemos perdido cien hombres en el campo de combate, peleando,
defendiendo a los colombianos, y es injusto decir que murieron desmoralizados”.
El Tiempo 27 de mayo, 2012. |
Y AHÍ ESTA LA
TRAGEDIA DE COLOMBIA que desde la expulsión del colonialismo español ha
sido víctima por la clase política militarista. Siguen cayendo los hijos pobres
del pueblo en el campo de batalla, no los hijos de Uribe o Santos.
La guerra no solamente se
expresa en los combates militares sino también todos los días a través el
modelo neoliberal. Mueren diariamente decenas de niños y ancianos colombianos
en enfermedades relacionadas al hambre. Mueren obreros todos los días por que
caen de las obras de construcción por que los dueños de las constructoras
registran grandes utilidades en vez de instalar un regimiento de protección para
los trabajadores, ejemplos que son generalizados en todos los sectores
productivos de Colombia.
Pero Santos se ha declarado “protector
de los pobres”, y dice que es antioligarca. Pero la guerrilla rechaza esa
afirmación como un desvío del desastre de su política:
“Santos simplemente repite
lo que han hecho siempre los de su clase. Nos exige una vez más la entrega y el
desarme, a cambio de admitir a medias nuestro ingreso a su podrido régimen
político. Sin desmontar ni un ladrillo de su aparato terrorista de dominación.
Sin que se afecte en nada su proyecto de país colonial y empobrecido. Como si
nosotros pudiéramos a cambio de miserables prebendas personales, volver la
espalda al sentir de millones de compatriotas hundidos en la desesperación y la
violencia. Como si el destino natural del pueblo colombiano fuera el de
trabajar eternamente para el enriquecimiento de una élite privilegiada. Así no
vamos a ninguna parte”.
A continuación, el
comunicado de las FARC-EP:
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COMUNCADO:
FARC-EP: 48 AÑOS DE
LUCHA ARMADA REBELDE
Los cuarenta y ocho años de lucha que cumplimos las FARC-EP
este 27 de mayo son la mejor demostración de que un pueblo consciente,
organizado y disciplinado no puede ser vencido ni siquiera por los más
poderosos enemigos. Desde Marquetalia a la fecha, las crecientes y cada vez más
entrenadas fuerzas armadas colombianas han estado tras nosotros en una feroz
actividad predadora, contando a su vez con la asesoría militar del Pentágono y
la ayuda financiera de los Estados Unidos. Cada uno de los sucesivos gobiernos
oligárquicos que ha prometido vencernos, ha visto frustrados sus propósitos y
dejado en cambio tras de sí un país ensangrentado.
Las clases dominantes colombianas poseen muy mala memoria
cuando se trata de recordar sus crímenes, a los que endilgan además un nombre
emblemático a fin de hacer desaparecer sus culpas. A la primera matanza
generalizada por el despojo de las mejores tierras, promovida en la cuarta
década del siglo pasado, le pusieron el nombre de La Violencia, expresión
mágica que sirvió para ocultar a terratenientes, empresarios, gamonales,
generales y agentes norteamericanos y locales de la guerra fría, verdaderos
azuzadores y ejecutores de la aterradora mortandad que les permitió
enriquecerse bajo la institucionalidad del estado de sitio.
CINCUENTA AÑOS DESPUÉS
INVENTARON la historia de una disputa
territorial por el control de los cultivos ilícitos entre distintos actores
armados. De ese modo, cubriendo a unos y otros con el mote de los violentos,
pretendieron disimular la configuración de un modelo de acumulación de capital
fundado en el despojo violento de la propiedad agraria y en el abierto
desconocimiento de las condiciones de trabajo conquistadas en el pasado por la
fuerza de trabajo nacional. El terror paramilitar desplazó millones de
campesinos y golpeó de manera despiadada al movimiento sindical colombiano.
Siempre ha estado inspirado desde el poder y sirviendo a sus intereses.
No puede mirarse en Colombia el fenómeno del narcotráfico y
las mafias como una trágica desgracia que cayó quizás por obra de qué pecado
sobre el país, y menos ir imputándole la responsabilidad por todos los males
que nos aquejan. Con ese discurso se oculta que los dineros del narcotráfico se
convierten en tierras, inundan la banca, las finanzas, las inversiones
productivas y especulativas, la hotelería, la construcción y la contratación
pública, resultando funcionales y hasta necesarios en el juego de captación y
circulación de grandes capitales que caracteriza al capitalismo neoliberal de
hoy. Igual pasa en Centroamérica y Méjico.
Por lo mismo, mafias y paramilitarismo hacen parte del
modelo violento de acumulación y terror que caracteriza la actual fase
neoliberal del capitalismo. Nada tienen que ver con la lucha popular, se hallan
al servicio de sus más encarnizados enemigos. Pretender como se hace hoy que el
conflicto armado colombiano hunde sus raíces en el narcotráfico desconoce una
realidad incontrastable. Desvía la atención hacia el lado equivocado. Las
distintas etapas de la guerra contra las drogas implementada con el Plan
Colombia han puesto de presente su propósito de clase. Golpear a las FARC
envuelve la persecución a todas las luchas del pueblo colombiano.
Los verdaderos responsables de toda la infamia padecida por
Colombia son los propietarios del capital y de la tierra, que siglo tras siglo
reservan a los de su linaje el derecho exclusivo a ampliar aún más sus fortunas
y gobernar el país, a costa del trabajo y el sudor de la inmensa mayoría de
compatriotas desposeídos y violentados por soñar con cambiar el orden de cosas
heredado. Mediante una fachada de democracia formal, mal esconden el verdadero
carácter del régimen político impuesto. Ellos implementaron en nuestro país la
práctica del terrorismo para defender a sangre y fuego sus privilegios. Pero
llaman terroristas a quienes buscan justicia.
A enseñar a leer y escribir donde el Estado falló. |
EN LA ACTUALIDAD DIRIGE
LOS DESTINOS del país un típico
representante de esa élite extranjerizada e indolente. Juan Manuel Santos
practica como el mejor, aquello de llamar por eufemismos a las cosas a fin de
transformarlas en algo distinto. Bautizó el llamado Plan de Desarrollo de su
administración con el nombre de Prosperidad para todos, cuando éste está
concebido, de principio a fin, para el beneficio de los poderosos capitales
transnacionales y los sectores de la economía local que orbitan como satélites
en torno a él. Y aunque afirma haberse convertido en un traidor a su clase, sus
medidas de gobierno apuntan a enriquecerla mucho más.
Suele decir que aspira a convertirse en el Presidente que
consiguió pacificar el país y se declara amigo de buscar una salida política a
la confrontación. Pero ni uno solo de sus actos de gobierno ha demostrado algún
propósito de atenuar las causas generadoras del conflicto. Su ley de víctimas y
restitución de tierras conmueve por su inoperancia, a la par que crecen los
crímenes contra campesinos y organizaciones que aspiran a recobrar sus tierras.
Ha hecho carrera en los medios la existencia de un supuesto ejército anti
restitución, el cual no ha sido golpeado de ningún modo por los comandantes de
Ejército y Policía que con tanto ahínco combaten las guerrillas.
La supuesta inversión legal de la carga de la prueba a favor
de los despojados fue convertida en su decreto reglamentario en un simple
respaldo estatal a la búsqueda de pruebas, burlándose frontalmente del
significado de las palabras. Y ya fue demostrado en el Congreso de la República que las
abultadas cifras sobre restitución en realidad correspondían a viejos programas
alternos del Ministerio de Agricultura que nada tenían que ver con ellas. Ha
sido tan desafortunado el curso de esta ley que difícilmente va a servirles a
los titulares de grandes proyectos agropecuarios para poner en regla la propiedad
de las tierras a la que aspiraban.
NO SE ENTIENDE CÓMO
PUEDE HABLAR DE PAZ un gobierno que ha hecho
de la convivencia de las bandas criminales con la Policía y el Ejército la
renovación de la vieja actividad paramilitar. Y que continúa adelante y con
mayor sevicia la ocupación militar de inmensas regiones del país destinadas a
ser entregadas en condiciones leoninas a inversionistas extranjeros, al costo
de desterrar a las comunidades indígenas, afro descendientes, campesinas y
mineras que las han poseído y explotado ancestralmente. Un gobierno que con tal
de facilitar fuentes de energía baratas al capital extranjero no vacila en
atentar contra ecosistemas como el río Magdalena.
La aviación colombiana, receptor de millones de dólares mientras el pueblo tiene hambre. |
En procura de salvar la responsabilidad del régimen político
y sus personeros en la actividad criminal contra el movimiento popular, el
Presidente vocifera acerca de una supuesta mano negra, enemiga de la paz y la
reconciliación, que se dedica a asesinar a diestra y siniestra. Al hacerlo
confiere existencia tangible a una actividad terrorista supuestamente anónima y
omnipresente, capaz de disciplinar a los opositores mediante el miedo y la
muerte. Dicha fuerza escapa a cualquier control judicial, político o social y
exculpa a su gobierno de cualquier crítica por violación de los derechos
humanos. A eso precisamente se le conoce como terrorismo de Estado.
Sin el menor sonrojo, con la argumentación fácil de trabajar
el camino hacia la paz, este gobierno promueve de manera transitoria en la Constitución un marco
legal bajo cuya excusa introduce la impunidad para militares y policías
involucrados en crímenes horrendos, bajo la absurda pretensión de obrar de modo
correspondiente con el tratamiento conferido a los alzados.
Como quien dice, aquí en Colombia no ha pasado nada. En otra
de sus reformas intenta introducir la santificación del fuero militar de
impunidad, a fin de dotar a su aparato oficial de exterminio de todas las
garantías para su exculpación por las atrocidades cometidas y por
cometer.
PESE A QUE AL OBTENER LA APROBACIÓN de su Plan de Prosperidad para todos anunció que destinaría
más de veinticinco billones de pesos para la reparación de los daños
ocasionados por las catástrofes invernales, a las que llamó maldita niña, los
habitantes de Gramalote en Norte de Santander van a completar dos años
esperando la ayuda prometida. Del mismo modo ocurre con los cientos de miles de
damnificados que ven como las aguas arrastran de nuevo lo poco que les habían
dejado. De su locomotora de vivienda y ciudades amables queda la promesa de
regalar cien mil viviendas a los pobres. Cabe imaginar el entorno, el tamaño y
calidad de ellas.
Recién celebró la entrada en vigencia del TLC con los
Estados Unidos, al que se sumarán los firmados con la Unión Europea y
Corea del Sur, ya anunciaba un acuerdo semejante con China. La
desindustrialización del país, el aumento del desempleo y la informalidad, la
invasión de mercancías extranjeras de bajo costo, la ruina de las actividades
agropecuarias, la dilapidación de nuestra biodiversidad, cultura y
conocimientos ancestrales de las comunidades autóctonas, hacen parte del precio
que tendremos que pagar los colombianos distintos a los poderosos monopolios
inversionistas que supuestamente conseguirán penetrar los gigantes mercados del
extranjero.
Algo está claro en los actos del gobierno continuista de
Santos, que al reñir con su antecesor pretende posicionarse como progresista
sin diferenciarse en la realidad de él. Su mayor preocupación la constituye
servir en bandeja el país al gran capital transnacional para que se apodere de
los tres sectores de nuestra economía, a la par que entregar a inversionistas
privados la mayor parte de los servicios y deberes a cargo del Estado. Como
neoliberal confeso, el Presidente hace parte de quienes consideran que al
permitir la acumulación excesiva de riqueza en una pequeña élite, la fortuna
rodará finalmente hasta llegar a los más necesitados.
ES POR ELLO QUE NINGUNA de sus reformas ha apuntado a algo que no sea la
facilitación de las condiciones de inversión y explotación para los monopolios
transnacionales. Desde la ley del primer empleo, la sostenibilidad fiscal, el
régimen de regalías, los planes para la educación superior y la salud, hasta
las proyectadas reformas de tierras, pensiones y tributaria, todas lesionan
gravemente las condiciones económicas de los colombianos del montón, pese a ser
presentadas como la redención para ellos. También ello explica la sumisión y el
aplauso del gobierno colombiano ante el accionar violento del imperialismo en
diferentes lugares del mundo.
Todo lo cual conduce a comprender su culto a la guerra. A
nadie que esté en desacuerdo con el proyecto de país que el imperio y los de su
clase conciben, se le deben garantizar sus derechos a opinar y proponer
opciones políticas. La gran prensa y los aparatos formales e informales de
terror cumplen con el papel de destruir cualquier esfuerzo de organización de
los de abajo. La manifiesta hostilidad de la fuerza pública y el bloque de
poder en pleno contra la reciente experiencia de la llamada Marcha Patriótica
que ya comienza a cargar sus primeros muertos, pone de presente la ruindad de
la democracia colombiana y la vigencia indiscutible de la lucha armada de su
pueblo.
Frente a lo cual sorprende la actitud de la denominada izquierda
democrática que no vacila en alinearse del lado del poder. El vice presidente
Angelino, que aún no alcanza a comprender por qué fue elevado a esa inútil
posición, se cree de verdad gobierno y condena antes que él cualquier
manifestación auténtica del movimiento popular, al que exige comportarse como
esperan los de arriba. Traidor a su clase, simple anzuelo para la cooptación y
la conciliación de los sectores medios y el sindicalismo venal, despreciado
tras usado, todavía cree tener derecho a representar a los trabajadores. La
misma actitud de toda esa izquierda vergonzante que rodea a Santos.
LAS FARC-EP NO INICIAMOS
ESTA GUERRA, nos fue declarada por la
oligarquía que gobierna a Colombia. Cada vez que el eco de nuestra propuesta de
una salida política ha tomado suficiente fuerza para imponer unos diálogos
encaminados a la paz, el poder se ha negado a considerar la remoción de las
causas que dan lugar al conflicto, cerrando de un portazo violento las
posibilidades de reconciliación. El país no olvida que tras cada proceso
frustrado ha sobrevenido la promesa de aniquilarnos y la agudización de la
guerra a extremos inéditos. Las FARC persistimos porque un inmenso clamor
popular de justicia alimenta y acompaña nuestro sacrificio.
Santos simplemente repite lo que han hecho siempre los de su
clase. Nos exige una vez más la entrega y el desarme, a cambio de admitir a
medias nuestro ingreso a su podrido régimen político. Sin desmontar ni un
ladrillo de su aparato terrorista de dominación. Sin que se afecte en nada su
proyecto de país colonial y empobrecido. Como si nosotros pudiéramos a cambio
de miserables prebendas personales, volver la espalda al sentir de millones de
compatriotas hundidos en la desesperación y la violencia. Como si el destino
natural del pueblo colombiano fuera el de trabajar eternamente para el
enriquecimiento de una élite privilegiada. Así no vamos a ninguna parte.
Las FARC-EP, a los 48 años de lucha armada rebelde,
reiteramos al pueblo de Colombia nuestro juramento de vencer. Jamás nos
sumaremos a la campaña por legitimar y honrar el capitalismo y el terror de
Estado que se hacen llamar democracia en nuestro país. Sabemos que no
estamos solos, hasta nosotros llega el rumor de inmensas masas humanas que
avanzan inconformes y decididas, por encima de las amenazas y la represión,
exigiendo cambios profundos. Se trata de un clamor universal. Por la
conservación del planeta y nuestra especie, por darle a los hombres y mujeres
un sentido diferente al de vulgar capital humano, por una paz efectiva y
justa.
Los más recientes efectos del libre comercio son las
desgracias de los pueblos de Irak, Palestina, Afganistán, Libia, Egipto, Túnez,
Honduras, y Méjico, para no hablar de España o Grecia. Destrucción, muerte y
horror tejidos con los más bellos discursos sobre las virtudes de la democracia
de mercado. Saqueo y miedo garantizado por la amenaza militar de la OTAN y los marines. A los
pueblos se los aplasta sino sirven a los planes imperiales. Un saludo de
solidaridad a todos ellos. Y gloria eterna a la resistencia de los pueblos de
Irán, Siria, Corea del Norte, Cuba y Venezuela, asediados, dignos y triunfantes
frente a la brutal agresión imperialista.
Todos los hombres y pueblos seremos algún día
hermanos.
¡Con Bolívar! ¡Con Manuel! ¡Con el pueblo!... ¡ Al poder!
¡Contra el Imperialismo! … ¡Por la Patria!
¡Contra la oligarquía! … ¡ Por el Pueblo!
¡Somos FARC! … ¡Ejército del Pueblo!
Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP
Montañas de Colombia, 27 de mayo de 2012.