martes, 15 de mayo de 2012

Por eso estamos como estamos


El autor guerrillero Gabriel Angel, en la foto con Manuel Marulanda.


Por eso estamos como estamos
Por Gabriel Ángel
De manera que los defensores de la democracia colombiana van anunciando a los cuatro vientos que las incontrolables fuerzas oscuras que se han encargado siempre de asesinar, desterrar y aterrorizar compatriotas gozan del legítimo derecho a hacer lo mismo cada vez que les provoque.
Así que tiene completa audiencia, respaldo y justificación la depravada argumentación en boga según la cual en nuestro país, cualquier movimiento político de corte antineoliberal que no declare en forma expresa su condena a la lucha armada, está condenado al exterminio.
¿Cómo entender que desde el Presidente de la República, todos los voceros de la institucionalidad colombiana, en conjunto con los más importantes comentaristas de la gran prensa hablada y escrita, coincidan en que en nuestro país el crimen genocida es una realidad inminente?
¿Dónde quedan los derechos constitucionales a la vida, a la libertad de conciencia, expresión, reunión y organización, si el conjunto en bloque del aparato burocrático, militar y de propaganda pueden advertir en la más absoluta impunidad que aquí va a cumplirse otra hecatombe?

EN ARAS DEL DESARME GENERAL, la llamada sociedad civil arma la alharaca de que quien porta un arma de fuego es un potencial asesino. Pero si los dueños de las armas oficiales corean de antemano la ejecución de otra matanza, toda esa ralea calla moviendo afirmativamente la cabeza.
La hipocresía de los gremios, los medios, los funcionarios públicos, la clase política, la cúpula militar y policial queda expuesta de manera clara e incontrovertible cuando predican sin el menor sonrojo, abiertamente, que la muerte es la lógica consecuencia de no pensar igual que ellos.
Si una parte de la población explotada, amedrentada y obligada a callar lo que piensa, se levanta dignamente a expresar de manera pacífica y lícita su desacuerdo con la visión del país y la sociedad que proclaman las alturas, recibe de inmediato la amenaza y el emplazamiento.
Hasta el empleo de bellas e inocentes palabras como patriótica, ponen en alerta a determinadores y sicarios. Aquí fue aniquilado salvajemente un movimiento político que la usó. Intelectuales y bárbaros al servicio del único orden permitido anuncian ya lo que le espera al nuevo.
¿Desde cuándo se estableció el principio de que si el opositor político no afirma lo que el poder espera, tiene que atenerse a las más terribles consecuencias? Nunca como ahora había quedado de tal modo en evidencia la verdadera naturaleza de la democracia colombiana.
Los voceros del régimen creen gozar de patente decorso para decapitar y destripar compatriotas. Conciben la paz como la más humillante sumisión a sus dogmas. Persiguen sin piedad a quienes riñen con su unidad de pensamiento. Por eso estamos como estamos.
Montañas de Colombia, 5 de mayo de 2012